viernes, 22 de diciembre de 2006

Jiddu Krishnamurti y Stuart Holroyd.

PRIMERA PARTE
EL HOMBRE Y EL MISTERIO


Capítulo uno

EL NIÑO MARAVILLOSO

Era una creencia esencial de la teosofía, movimiento religioso fundado en 1875 por un espiritualista norteamericano, el coronel Olcott, y una enérgica emigrada y ocultista rusa, Madame Helena Blavatsky, que en ciertas coyunturas críticas en la historia del mundo un ser sobrenatural prodigiosamente sabio y benevolente, el Señor Maitreya, se había encarnado en la tierra en forma humana. En una ocasión se había encarnado como Sri Krishna en la India; y en otra, como Jesucristo en Palestina. Los teósofos además creían que era inminente el momento en que el Señor Maitreya, el Maestro Mundial, se iba a encarnar de nuevo, y Madame Blavatsky dijo algunas veces que el principal propósito de la Sociedad Teosófica era preparar a la humanidad para el advenimiento del Maestro Mundial. Este tema fue adoptado después de su muerte en 1891 por otra teósofa, Annie Besant, quien más adelante se convertiría en la presidenta de la Sociedad y tendría lo que ella consideró el extraordinario honor de ser la responsable de la educación del Maestro Mundial. El descubrimiento del ser humano que iba a encarnar al Señor Maitreya lo hizo otro teósofo notable, un antiguo discípulo de Madame Blavatsky, llamado Charles Leadbeater. Un día de la primavera de 1909, Leadbeater, quien tenía fama de haber desarrollado en grado sumo poderes psíquicos y clarividentes, vio un grupo de niños indios bañándose en la playa de Adyar, cerca de Madras, donde estaba situada la sede de la Sociedad Teosófica. Le dijo a un amigo que uno de aquellos niños tenía un aura de un tamaño y una belleza extraordinarios, lo cual indicaba que se convertiría en un gran maestro espiritual y orador.

El amigo, quien dijo que conocía al niño porque le había ayudado con los deberes, se sorprendió, pues lo había encontrado extremadamente lerdo. El niño era uno de los cuatro hijos vivos (el octavo de trece) de un brahmin viudo empobrecido llamado Narianiah, que trabajaba para la Sociedad en un puesto humilde y vivía en condiciones espantosas en una chabola en el exterior del recinto. Era un niño débil de catorce años, de aspecto desnutrido, que tenía problemas en la escuela por ser torpe y distraído; y que este niño «extraño» resultara ser el gran maestro espiritual y orador Jiddu Krishnamurti redunda en la reputación de los poderes de percepción psíquica de Leadbeater.

Sin embargo, que esto resultara así se puede atribuir, en parte, al descubrimiento de Leadbeater y a la forma en que él y la señora Besant le educaron, junto con su hermano Nitya. Narianiah, que era un teósofo, al principio estuvo encantado de que los dirigentes de la Sociedad se interesaran por la educación de sus hijos. Estaba algo preocupado por Leadbeater, quien tenía fama de homosexual, pero firmó con agrado un documento nombrando a la señora Besant tutora legal de los niños. Fueron educados en Adyar y más adelante en Inglaterra, y además de las materias generales fueron instruidos en los principios de la teosofía, los cuales, según se decía, expresaban la «sabiduría antigua» o corpus de conocimiento oculto de los misterios de la naturaleza y de los poderes latentes del hombre, revelados a Madame Blavatsky, así como expuestos en sus libros, y se creía que constituían los fundamentos de una Hermandad Universal de la Humanidad de la que la Sociedad Teosófica era el núcleo. Lead-beater y la señora Besant pronto decidieron que Krishnamurti sería el «vehículo» para la nueva encarnación del Señor Maitreya, y que su misión consistía en prepararle para dicha función. Lo aprendió todo sobre los maestros, aquellos seres sobrenaturales infinitamente sabios y benignos a quienes los teósofos iniciados afirmaban poder visitar por medio de los viajes astrales, y él mismo, bajo la tutela de Leadbeater, los visitó astralmente y recibió instrucción del Maestro Kuthumi. Su primera publicación fue un relato de la enseñanza que recibió de esta manera y se titulaba A los pies del maestro (Sirio, 1984).

Apareció sólo veinte meses después de que fuera descubierto el niño prácticamente analfabeto. En el primer año hubo cinco ediciones inglesas y veintidós en otros idiomas, y hoy día aún continúa publicándose. Ernest Wood, quien en aquella época era el secretario de Leadbeater, señaló: «El estilo era el de Leadbeater, y había algunas frases que eran exactamente iguales que las de un libro suyo que ya estaba preparado para imprimir.» Corrió el rumor de que el propio «vehículo» le dijo a su padre: «El libro no es mío; me lo atribuyeron», pero la afirmación fue privada y cuando llegó a oídos de la señora Besant, la persona de quien se rumoreó que lo había oído por casualidad fue expulsada rápidamente de la hacienda de la Sociedad Teosófica.

Otro de los supuestos dones psíquicos de Leadbeater era la facultad de adivinar las vidas pasadas. En 1910 empezó a publicar en The Theosophist su Lives of Alcyone, una serie de relatos de las treinta encarnaciones anteriores del niño Krishnamurti. Sus investigaciones revelaron que las personalidades más relevantes de la Sociedad Teosófica habían trabajado juntas en eras anteriores entre los años 22, 662 a. C. y 624 d. C., y que había una profecía antigua que decía que el Señor Maitreya tomaría posesión del cuerpo de Alción con el fin de traer su gracia al mundo. Estas revelaciones ocasionaron algunas fricciones entre los teósofos, que rivalizaron entre ellos para identificarse con los pseudónimos de las «Vidas» y alegaron haber tenido intimidad en vidas anteriores con el casi divino Alción.

Krishnamurti había sido siempre un niño sensible y religioso. Después de la muerte de su madre, cuando tenía diez años, contó varias veces que había visto su espíritu ocupado en actividades del hogar. El 11 y el 12 de enero de 1910 experimentó su primera iniciación, una ceremonia organizada por Leadbeater en un momento astrológico supuestamente propicio. En una narración que escribió a la señora Besant, Krishnamurti contó cómo había abandonado su cuerpo y había ido junto a los maestros, entre ellos Maitreya y Jesús, quienes le habían hecho una serie de preguntas antes de admitirlo solemnemente en la hermandad de la vida eterna y entregarle la llave del conocimiento. Su relato de la experiencia es muy vivido, pero si fue una experiencia debida a su desarrollo psíquico o a su capacidad de sugestión es una cuestión discutible. Lo importante es que el joven Krishnamurti evidentemente fue adoctrinado de forma concienzuda en la teosofía y estaba convencido del extraordinario papel al que estaba destinado, porque algunos de los temas claves que desarrolló más adelante son claramente una fuerte reacción contra ese adoctrinamiento y convicción.

En el primer aniversario de la iniciación de Krishnamurti el eminente teósofo George Arundale formó una organización llamada la Orden del Sol Naciente, cuyo único propósito consistía en preparar el camino para el ministerio del Maestro Mundial. Algunos meses después la organización se rebautizó como Orden de la Estrella del Este, y Krishnamurti fue nombrado cabeza de la Orden. El 28 de diciembre de 1911 tuvo lugar un hecho que convenció a muchos de la divinidad del niño, pues se celebró en Benarés una ceremonia durante la cual Krishnamurti iba a entregar certificados de afiliación a la gente que se había unido recientemente a la Orden. El procedimiento no estaba ritualizado ni tenía un gran significado religioso. Los afiliados simplemente pasaban en fila ante el cabeza de la Orden, que sonreía y les decía unas palabras de bienvenida mientras les entregaba sus papeles. Pero, de pronto, la atmósfera cambió tan drásticamente que el afiliado que se aproximaba a Krishnamurti en ese momento, involuntariamente, se postró e inclinó la cabeza hasta el suelo. Un observador escribió:

Todos vieron cómo el joven personaje se incorporaba y adoptaba un aire de serena y digna majestad, una dignidad nueva y extraña... Una gran corona de brillante y trémulo color azul apareció a unos treinta centímetros de la joven cabeza, y de ella caían brillantes chorros de luz azul en forma de embudo, hasta que tocaron el negro pelo, entrando e inundando la cabeza; el Señor Maitreya estaba allí, encarnándose en Su Elegido.

Los escritos de otros testigos de la escena son igual de extáticos, y todos narran cómo Krishnamurti puso sus manos sobre los nuevos afiliados para bendecirlos, dirigiéndoles una sonrisa de extraordinario esplendor, ternura y compasión. Leadbeater escribió: «Fue exactamente como lo que leemos en las antiguas escrituras, y que creemos exagerado», y lo comparó con el relato bíblico del descenso del Espíritu Santo en Pentecostés. Posteriormente, el 28 de diciembre fue considerado día sagrado por los afiliados a la Orden de la Estrella del Este.

A principios de 1911 la señora Besant había llevado a Krishnamurti y a Nitya a Europa por primera vez para empezar su educación. Viajó por todas partes dando una serie de conferencias públicas sobre «El advenimiento del Maestro Mundial» y presentando a Alción a los teósofos. La Sociedad tenía en Inglaterra una serie de afiliados ricos y socialmente distinguidos, y los dos niños indios recibieron entonces una iniciación bastante diferente a la que Krishnamurti había tenido con Leadbeater: una iniciación a los rituales y las diversiones de la aristocracia inglesa. A pesar de la veneración de Leadbeater por los exóticamente llamados Seres de la Jerarquía Oculta, continuaba siendo un inglés típico de su tiempo y creía que el pináculo de la evolución humana era el caballero inglés; en consecuencia, los chicos fueron instruidos con clases particulares e inscritos en el Balliol College de Oxford para el otoño de 1914.

Después de un breve retorno a la India a finales de 1911, durante el cual tuvo lugar la «visitación» anteriormente mencionada, la señora Besant aceleró la vuelta a Europa de sus pupilos para así alejarlos de su padre, que entonces amenazaba con recurrir a la ley para revocar la tutela de los niños a la señora Besant. Sostenía que había habido un acuerdo verbal, según el cual la tutela estaba sujeta a la condición de que no tuvieran ningún tipo de contacto con Leadbeater, y que esa condición no se había cumplido. Finalmente, presentó una demanda 3ante el Tribunal Supremo de Madras en marzo de 1913, alegando una relación indecorosa entre Leadbeater y los niños. Después de escuchar a numerosos testigos, el juez ordenó que Krishnamurti y Nitya quedaran bajo la tutela del tribunal, lo que significaba que tendrían que volver a la India. La señora Besant recurrió la sentencia, alegando que iría contra los intereses de los niños privarlos de la educación que iniciaban, pero el Tribunal de Apelación mantuvo la sentencia de la sala inferior. Una persona con menos determinación se hubiera rendido en ese punto, pero la señora Besant apeló al Comité Judicial del Consejo Privado de la Corona en Londres, el cual sentenció que, como el tribunal de Madras no había consultado la opinión de los niños, su fallo era erróneo, y señalaba que si la señora Besant hubiera obedecido la orden del tribunal, habría infringido las leyes inglesas sacando a los niños del país en contra de sus deseos. El Comité aseguraba que los niños no deseaban volver a la India y desestimaba la pretensión de Narianiah.

La intención de Leadbeater y la señora Besant de que sus protegidos se educaran en la universidad más augusta se vio frustrada, en parte por la publicidad que tuvo el proceso judicial, pero también, sin duda, porque a ningún colegio de Oxford le entusiasmaba tener entre sus alumnos a un joven que había sido proclamado como una especie de Mesías. Las universidades de Cambridge y Londres se mostraron igualmente prudentes, y los hermanos continuaron recibiendo la mayor parte de su educación de tutores particulares. Nitya pasó los exámenes de acceso y posteriormente obtuvo el título de abogado, pero Krishnamurti falló dos veces en el examen de acceso, lo que, sin embargo, no le impidió acudir a las clases de la Universidad de Londres como alumno oyente durante el curso 1917-1918. Después dijo con frecuencia que se alegraba de que su mente no hubiera sido condicionada por una educación académica formal, pero en su juventud hizo todo lo que pudo para cumplir los planes que la señora Besant tenía para él, y se sintió frustrado por sus fracasos académicos.

Mientras se dedicaba a los estudios, Krishnamurti continuó siendo el cabeza de la Orden de la Estrella y escribió habitualmente editoriales para la revista de la Orden, el Herald of the Star, los cuales eran ortodoxos tratados teosóficos que mantenían la fe de los lectores en el advenimiento del Maestro Mundial y estimulaban y guiaban su preparación espiritual personal para el gran acontecimiento. A principios de 1920, la Orden tenía más de 30.000 afiliados, y en 1921 unos 2.000 acudieron a un congreso en París, en el que habló Krishnamurti. En ese momento tenía veintiséis años y empezaba a desplegar autoridad en su papel. La señora Besant escribió de esta ocasión: «Asombró a todos los presentes por su dominio de todas las cuestiones tratadas, su firmeza al controlar las discusiones, su clara formulación de los principios y prácticas de la Orden.»

Un principio que formuló de forma especialmente enfática fue que en la Orden de la Estrella no debía haber rituales. Fue el primer signo de su repugnancia a todas las pompas y farsas en las que muchos dirigentes religiosos del pasado habían tratado de apoyar su autoridad. También fue, quizá, un gesto de independencia respecto a Leadbeater, que amaba el ceremonial y vestirse con atuendos sacerdotales, aunque en esta etapa Krishnamurti aún no se mostraba escéptico sobre la organización ni sobre los propósitos de la teosofía. Después de acudir a una sesión de Ja Sociedad de Naciones en Ginebra le escribió a un amigo criticando la falta de sinceridad y la superficialidad de los delegados, y dijo:

Sé que los teósofos podríamos dirigir la Sociedad de Naciones mucho mejor, porque creo que somos más desinteresados. Espera, cuando nos pongamos en marcha desplegaremos una gran actividad y los venceremos en su propio terreno.

La combatividad juvenil y la confianza que demuestra son atractivas, aunque poco consecuentes con la imagen del Maestro Mundial de incomparable sabiduría en ciernes. E igualmente inconsecuentes con esa imagen son varias expresiones de duda en sí mismo e incertidumbre que refleja en cartas escritas a amigos durante esa época. Por ejemplo, escribió a lady Emily Lutyens:

Hago una especie de vaga meditación, pero debo hacerla con más rigurosidad y regularidad. Es la única manera. No conozco la filosofía de mi vida, pero tendré una... debo encontrarme a mí mismo y sólo entonces podré ayudar a otros.

Evidentemente, algo muy excepcional tuvo que ocurrir para que este hombre de veintiséis años, con su protegida educación y con todas las confusiones y conflictos internos normales en una persona sensible e inteligente de esa edad se convirtiera en un Maestro Mundial autorizado, o incluso en el filósofo lúcido y positivo que llegaría a ser.

Stuart Holroyd
KRISHNAMURTI
El hombre, el misterio y el mensaje
Ediciones Temas de Hoy
 








 

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